jueves, 18 de junio de 2009

Reflexiones


El día de hoy he escuchado entre conocidos, en la TV y en la calle algunas expresiones con las que íntimamente no coincido y creo que retratan la ignorancia colectiva. Como educador no me puedo permitir quedarme en silencio ante lo que considero inmoral, pero más aún permitir que la ignorancia se propague en frases "cotorras" que se repiten sin reflexionar pero que se graban en el inconsciente colectivo al compás de las risas mundanas.
La primera expresión en cuestión es: "Más vale rico sin ética que pobre con ética".
Creo que esto es ante todo triste, porque habla de personas que no han encontrado en su vida algo más importante que el dinero. Y hay muchas cosas que nos hacen auténticamente más felices que el dinero. Es verdad, que es necesaria una base económica suficiente para autorrealizarse pero no es inteligente dedicar los esfuerzos de toda una vida a engrosar la base cuando el reino del amor, de la vocación, de la realización personal y la libertad responsable se hallan varios pisos arriba. En definitiva, me parece que más valdría que redefiniéramos lo que significa ser rico, y en ese punto de integración con los otros como personas, en ese espacio luminoso de reflexión, de quebranto de nuestras defensas y perspectivas neuróticas veríamos que riqueza y ética van de la mano. Esto no es algo que se consiga a las primeras de cambio pero quien percibe esta realidad va en camino certero de la realización porque ser ético es ser fiel a la naturaleza verdadera del ser humano que va más allá de los instintos y del fortalecimiento del ego,hablo de aquella antropo-identidad que ve en los otros su mismo destino, que ve con amor a la vida y que decide en función del bien mayor, del bien para todos y del bien más valioso. Esta es la otra parte de la naturaleza humana, la de la compasión, la de la solidaridad, la de la justicia, la de la libertad responsable. Por eso, quien se hace rico a costa de esto, no es rico en verdad. De hecho, para aquel que se conoce a sí mismo, que sabe escuchar la voz de su espíritu, poco importan las riquezas en el sentido del dinero y la cosas materiales. Su comprensión de la riqueza se asemeja más a un beso, a un loto blanco flotando en un charco sucio, a unas notas musicales perfectas, a un sol dorando la piel, a un poema de Whitman, y cosas por el estilo. Claro está que para alcanzar dicha sensibilidad hay que tener el estómago lleno, por lo menos.
Ofrezco una disculpa por extenderme en esta primera cuestión que sin afanes celestiales considero una expresión de la ignorancia popular -que naturalmente es vivida por todos nosotros en algún momento pero que no tendría porqué quedarse estancada en eso-. En otra ocasión si les parece bien comentaré la próxima.