domingo, 5 de abril de 2009

Invitación a ser más profundos


Ecología profunda
La ecología profunda inicia con la aceptación del valor intrínseco de todos los seres de la naturaleza y del propio ecosistema. Naess propuso a los ambientalistas que fueran más allá del “ser humano en la naturaleza” para reconocer que el sistema ecológico no es algo independiente de nosotros, sino que estamos dentro de él. La naturaleza hizo que nuestros ojos vieran y creo nuestros miembros, gustos e incluso pensamientos. Enseñaba acerca de la “diversidad y la simbiosis”, tanto en la naturaleza como en las ideas humanas. Decía que una cultura rica como la naturaleza, encontraba estabilidad en la diversidad y reconocía que todas las partes y puntos de vista que la componían formaban un todo mayor. Insistía en que no fomentaba el pensamiento ocioso, sino que exigía un lenguaje preciso para describir las observaciones y experiencias. Naess consideraba que la humanidad no tenía el derecho de reducir la riqueza y la diversidad de la naturaleza para satisfacer sus necesidades vitales de salud y supervivencia. Afirmaba que el efecto que ocasionábamos en el mundo era excesivo, una idea que tal vez sea obvia hoy en día, pero que resultaba bastante radical en los años sesenta. Creía que la población humana era demasiado grande y que era necesario estabilizar su crecimiento y, con el tiempo, permitirle disminuir. Creía que tal vez llevara un siglo o más, pero que la humanidad podría alcanzar finalmente un estado en el que la tecnología no resultara invasora y que los “niños pudieran crecer en la naturaleza”. “Entonces”, decía, “habremos encontrado el camino de vuelta al paraíso”. Algunos activistas interesados en el medio ambiente y los derechos humanos, pensaban que las ideas de Naess eran “antihumanas”, pero su compasión fue siempre universal. “El apreciar un bosque o una montaña no menosprecia nada de lo que hacen los seres humanos”, decía. “No queremos decir que todos los seres vivos tengan el mismo valor que los seres humanos, pero sí que tienen un valor intrínseco... el derecho de vivir y florecer.” Cuestionaba la idea psicológica común de que el “ser” se forma a partir del “ego” infantil y evoluciona hacia la conciencia social del adulto hasta llegar a la conciencia espiritual. "La naturaleza no está considerada en esta fórmula," señalaba. "El humanismo da muestras de cierta arrogancia, como si fuéramos independientes o superiores a la naturaleza.”
Naess afirmaba que si prestamos suficiente atención al mundo que nos rodea, no podemos sino identificarnos con todos los seres vivos, bonitos o feos, grandes o pequeños, sensibles o no.” Insistía en que a través de esta forma de madurez, descubriríamos que la calidad genuina de la vida tiene muy poco que ver con el consumo, la riqueza y el poder. Resumía lo anterior en un proverbio para vivir con ligereza sobre la tierra, que definía su vida: “Medios más sencillos, fines más ricos.”